Fuera de fecha pero al fin traigo esos momentos que brillan y se distancian de la cotidianidad del día a día.
Cádiz:
Pasé un fin de semana largo en Cádiz entre pescaíto frito y tortillitas de camarones. Descubrí una ciudad que me imagino llena de piratas y comerciantes por sus calles. Ciudad atrapada en el tiempo. Cádiz huele a asfalto mojado por la mañana.

Flamenco:
Una noche por Cádiz acabé dentro de un bar con el cierre echado y música en directo. Una guitarra y una voz rota llenaban la salita de flamenco. Emocionando pero sin poder explicar lo que sucedía: la compenetración, el cruce de miradas, los silencios. Experiencias irrepetibles que sorprenden en la noche.
El primer baño de la temporada:
Entre poniente y levante pude bañarme en la playa de Bolonia. Un atlántico frío me echó a los cinco minutos. Comimos en un chiringuito mientras una persona tocaba alguna canción y nos descubría otras. A él le debo la canción del mes: “Todo se transforma”.

Una canción:
Ya conocía esta canción de Jorge Drexler pero escuchar una versión en directo frente al mar me hizo enamorarme un poquito más de la provincia de Cádiz. Escucharla ahora me transporta a ese momento.
Un libro:
Estoy leyendo los nueve cuentos de J.D. Salinger. Intento prestar atención a cómo están escritos, cómo usa los diálogos, etc. Me gusta mucho este autor.
La fruta de verano:
Ya empiezan a estar en el supermercado: sandía, melocotones, paraguayas, melón, nectarinas. Siempre olvido durante los largos meses de invierno las frutas dulces que nos esperan a las puertas del verano. Vuelven los días de desayunar sandía.

