Cierra otro cine


Ayer después de tantos años lo cerraron. No olvidaré cómo recibí la noticia. Salió publicado en el periódico de la ciudad. Tras más de diez mil películas proyectadas, cerraba el cine de mi infancia.

Fue hace menos de una semana, recién estrenado el verano cuando fui por última vez y ese olor característico me invadió. Era una mezcla de palomitas, mantequilla y chocolate que me evocaba a las primeras películas con mis amigos. Recordé cómo buscábamos películas de miedo, con la intención de parecer mayores y refugiarnos del calor del día.

Durante esos años me enamoré, sufrí, lloré y reí en sus salas. Amparado por la oscuridad robé algunos besos a aquella chica rubia de pelo corto que comía chicle con la boca abierta e impregnaba la sala de fresa. Amores eternos que acabarían por el camino. Vendrán otros cines y otras mujeres a marcarnos la piel. Pero yo ya no volveré a ver películas de terror ni a comer chicles de fresa.


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *