El problema no es cumplir años sino contagiarse de esa superioridad que trae a veces la edad. Hablo de la práctica común de desprestigiar lo nuevo, de tildar de absurdo el comportamiento de las nuevas generaciones solo porque no las entendemos.
«Lo han tenido muy fácil, no han tenido que luchar tanto como nosotros» y otras cuantas razones que nos encumbran en el púlpito desde el que criticamos.
Esta semana escuchaba un podcast en el que el entrevistado, un antiguo directivo de Facebook, contaba los orígenes de la compañía y su rápida expansión. Explicaba la velocidad con la que ocupaban oficinas de negocios ya obsoletos, que fueron incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos.
Cuando (el entrevistado) llegó a su nuevo despacho, la persona que recogía le comentó:
—¿Facebook? Vais a durar dos días, a nadie le interesa— y se marchó con su caja llena de recuerdos y material de oficina.
Debemos huir de ese estado mental, de ese rechazo a lo nuevo.
A veces me sorprendo con esa actitud. Desprestigio TikTok porque no lo entiendo y lo que es peor, no hago el esfuerzo de comprenderlo.
Me limito a criticar a los adolescentes y a echarme las manos a la cabeza: una app de vídeos de 15 segundos. ¿Qué sentido tiene?
Me quejo de la escasa atención de una parte de la sociedad incapaz de leer dos páginas sin consultar el móvil.
Son comentarios que encuentran rápida aprobación y nos alientan a seguir el camino.
Hay que quitarse el polvo y la infundida superioridad de los años. Bajarse del pedestal y acercarse a lo nuevo y observar. Mirar los avances con curiosidad, dispuestos a aprender y comprender.
La parte más envejecida de la población no utiliza móvil ni internet. ¿Convierte a estas herramientas en inútiles?
Hay que estar abierto al cambio.
Huir del prejuicio y tender puentes con la actualidad. Aunque solo sea para confirmar que TikTok es un sin sentido. O quién sabe, igual para registrarnos.
